Amengual como autor

Prólogo del libro Alejandro Sirio el ilustrador olvidado (2008)

Oscar Traversa

Entre sus manos sostiene un libro de Lorenzo Amengual. Sin saberlo quizá usted ha reposado sus ojos muchas veces sobre trabajos de la misma mano que seguramente le han dado gustos y disgustos, equivalentes a los que le dará el recorrido de estas páginas. El asunto no es nuevo ni poco común, a partir del momento en que la existencia de los medios de prensa se incluye en la vida de la sociedad con los roles e importancia que todos conocemos. Lo más frecuentado, lo que configura el mundo en que vivimos y —es necesario señalarlo— el motivo de buena parte de nuestras penas y alegrías, cuenta solo a ratos con un origen personalizable. De existir señales de autoría, suelen fundirse con circunstancias que devalúan ese lugar: el nombre de un gran diario o revista que opera como continente de la obra, la adscripción de esos medios a una corriente política o de moda aportan a esa difuminación de la firma. El lugar donde refulge (¿se acantona?) el individuo y su firma con presencia pública e identificable es el del arte; nos referimos a la institución y no a un principio de excelencia. La modernidad y sus extensiones de nombre diverso, y más aún en nuestros días, ha dado lugar al curioso efecto que consiste en conocer menos a los productores de las cosas que más frecuentamos, tal cual suele ocurrir con los que dan forma a aquello con lo que, cotidianamente, se alimenta nuestra mirada. Tal es el caso de la configuración de un diario, una revista, un libro: sus viñetas sus ilustraciones, es decir todo ese inmenso extendido que recibe el breve nombre de gráfica.

Es posible que quienes son los protagonistas de este fenómeno se encojan de hombros al escuchar este comentario y les sea suficiente con el goce que entraña practicar su sensual oficio; pero, de todas maneras, más allá de su voluntad, no es ocioso preguntarse acerca de cómo y de qué manera llegaron a poseer las destrezas que logran convocar con tanta eficacia nuestra mirada, por encima del silencio o el olvido de sus nombres. En las páginas que siguen, Amengual se hace autor para traer a nuestro presente y buscar alguna respuesta a esas preguntas en relación con uno de los héroes silenciosos del papel impreso: Alejandro Sirio.

No creo que sea una coincidencia azarosa este encuentro entre Sirio y Amengual, en tanto este es hoy autor de pluma y firma evidente, y desde hace mucho un pertinaz seductor anónimo de nuestra mirada, un diseñador. Suma a esa práctica la persistencia analítica, que si ha frecuentado la historia de las imágenes, no lo ha hecho menos con otras historias, aunque, siguiendo algo así como una enfermedad profesional, haya dado lugar al síntoma que consiste en que el propio ejecutante guarde de esas historias un escaso testimonio. Tal es el caso de Amengual, ilustrador de una obra enciclopédica de las historia de la técnica1 dedicada a los jóvenes, pero también al placer de los adultos, muy recordada y poco conservada.

Este ejemplo de trabajo es solo eso, uno entre tantos olvidos. Uno que junto a tantos otros es la prueba de la posesión de una mirada curiosa y atenta a la diferencia, la que se requiere para percibir y resguardar la singularidad de Sirio, y hacer que muchos años después haga regresar el asombro que nutrió a la mirada de otro tiempo. Es difícil que alguien hubiese escapado a la fascinación inmediata que producía cualquiera de los trabajos de ese diestro; el testimonio lo brindan cuarenta años de tareas ininterrumpidas. Generaciones de miradas de públicos cambiantes, iniciadas en el Centenario y extendidas hasta los primeros cincuenta, son la prueba de un difícilmente explicable poder de atracción.
Hoy, en este libro al menos, la mirada de Amengual mirando a Sirio no es la que se deja capturar en el instante de una voluta o un matiz, sino en el largo trayecto donde se asientan las diferencias, en el lugar donde la eficacia analítica se cruza con el despliegue de la riqueza del texto. Es precisamente en esta intersección donde encontramos a Amengual como autor, quien nos ofrece un disfrute inesperado.