Grabadores soldados en la Guerra del Paraguay

Un complejo escenario geopolítico produjo la «Guerra Guazú», la «Guerra Grande» (1865 y 1870), que enfrentó a Paraguay con las fuerzas aliadas de Argentina, Brasil y Uruguay, (Curiosamente comenzó cuando termino la Guerra Civil Norteamericana 1861/ 1865). Conocida también como la «Guerra de la triple alianza». fue el mayor conflicto bélico ocurrido en Sudamérica. Cinco años de destrucción y matanza terminaron con Paraguay, en ese momento, un país de un moderado desarrollo industrial, con importantes logros en la educación básica, un ferrocarril operativo y una infraestructura de comunicaciones telegráficas.

Durante esa contienda, los paraguayos editaron cuatro «periódicos de trinchera» dedicados a la propaganda de guerra: Cacique Lambaré; El Centinela; Cabichuí y La Estrella. Su objetivo era mantener elevada la moral tanto de la tropa como de la población civil. (Abajo la portada de dos de ellas).

Periódico Cabichuí

El título de este periódico singular alude al «cabichuí», una agresiva avispa nativa. La ilustración de su encabezado representa a un negro (Los brasileros había sumado a miles de esclavos africanos a sus ejércitos), el color de la tropa era evidente.

Todo soldado negro brasilero era considerado un «karayá», un mono gritón, ladrón de miel.

Josefina Plá, artista plástica e investigadora hispano paraguaya destacó la importancia de este periódico. Dice: «Los 95 números de Cabichuí publicados en el cuartel general paraguayo, ubicado en Paso Pucú, representan un total de unos cuatrocientos grabados, a través de los cuales puede seguirse el desarrollo del drama bélico y la trayectoria psicológica de la defensa. Junto al itinerario de nueve artistas improvisados configurando el hecho colectivo más interesante, por unitario, producido en las artes plásticas paraguayas del período independiente».

Son esos grabadores: Inocencio Aquino, M. Perina, Francisco Ocampos, Gregorio Baltasar Acosta, Jerónimo Gregorio Cáceres, J. Bargas, Francisco Velasco y J.B.S.A este número hay que añadir a Saturio Ríos, más conocido como pintor. ¿Habían recibido estas personas alguna clase de formación? Es posible, pues en el Paraguay de los López el francés Charles Rieviere enseñaba la técnica litográfica y había otros maestros como los italianos Ravizza y Antonini y el inglés Moynihan con conocimientos de grabado, que pudieron haberles enseñado.

La originalidad gráfica del Cabichuí tenía su equivalente en la redacción, que seguía, en general a las ilustraciones, con prosa grandilocuente obteniendo sus temas del acontecer diario de la trinchera, en castellano y con breves giros en guaraní. El Cabichuí apareció en 1867, tres años después de iniciado el conflicto cuando Paraguay se atrincheró para resistir, ya sin fuerzas para repetir las exitosas incursiones iniciales en territorio argentino y brasileño.

Las imágenes siguientes, publicadas en el Cabichuí, muestran, a la izquierda, el grabado de una fortificación paraguaya, y a la derecha, a Bartolomé Mitre, con su característico chambergo, conversando con el Marqués de Caxias, comandante en jefe brasilero, mientras observan el paso de una banda de música de su ejército, formada por monos.

Tal como corresponde a una publicación de trinchera, el blanco favorito para los aguijonazos del Cabichuí fueron los ejércitos enemigos y, entre estos, el brasileños, invariablemente representados por negros, «macacos» siempre cobardes y en actitudes ridículas, donde epítetos como «raza de orangutanes», expresan la exaltación de una guerra sanguinaria, que causó el genocidio de la población paraguaya.

El personaje más odiado para el Cabichuí fue, el mariscal en jefe de las tropas brasileras, el Marqués de Caxías del cual se burlan identificándolo con una figura grotesca, panzón, cubierto de medallas e hinchado de estúpida vanidad.

En el grabado, al Marqués de Caxias se lo representa negro (no lo era, como puede verse en su retrato). Tiene el vientre hinchado y dolor de cabeza, indigestado por la resistencia paraguaya. Para denigrarlo la revista le ofrece una cura: pone al alcance de sus manos una jeringa para lavativas.

El Cabichuí dejó de aparecer cuando el plomo de las cajas tipográficas debió fundirse para hacer balas y los grabadores soldados cambiaron las gubias por los fusiles y murieron en combate o se los comió la dificilísima posguerra. De ellos sólo nos queda el testimonio de su arte, el esfuerzo de su trabajo y algunos nombres.

Abajo a la izquierda. La escasez de papel hizo que las ediciones fueran de pocos ejemplares, que circulaban de mano en mano y eran leídos en grupos y comentados en voz alta.

Abajo a la derecha. Los brasileros ordenaban a sus tropas poner caras que asusten en los ataques, las llamadas «cara feia» o «cara de guerra», en una respuesta humorística y escatológica, paraguayos muestran burlonamente sus “caras feias”, sus nalgas, al marques de Caxias que los observa desde un globo.

Periódico Cacique Lambaré

Cacique Lambaré está escrito en idioma guaraní y sólo ocasionalmente aparecen términos en español, viene a subsanar el desconocimiento que tenían los soldados del castellano. Su lema era: Cuatia ñe’ê yvytu rusugui oseba (Periódico hablado que trae la verdad desde lo alto de la montaña). En su título se representa al Cacique Lambaré en actitud de sepultarse vivo en una fosa al pie del cerro, antes que ver a su patria deshonrada. Se publicaron 16 números entre 1867 y 1868 y su redactor fue el presbítero Francisco Solano Espinosa, fusilado por los vencedores al final de la guerra.

Los periódicos de trinchera eran impresos en la línea del frente. Las prensas, montadas sobre carretas, hacían que el «parque gráfico», estuviese siempre listo para movilizarse con la tropa. Para el Mariscal Francisco Solano López, la importancia del periódico era tanta, que en la etapa final de la guerra, cuando ya no había más papel, ordenó que se lo fabricase de forma artesanal. Los paraguayos consiguieron hacerlo a partir de una planta: el «caraguatá» (la pita). De ella extraían su pulpa fibrosa, que tratada con «con ácido de naranjas fermentadas» formaba una masa que, prensada, permitía obtener folios.

Semanalmente, mil pliegos de papel de caraguatá fueron elaborados bajo la dirección del Coronel Treuenfeldt. Muchos soldados europeos mercenarios formaban parte del bando paraguayo, como sus habilidosos armeros ingleses quienes entre combate y combate, rescataban las municiones de la artillería enemiga que no habían explotado, para adaptar sus calibres y poder reutilizarlas en los cañones paraguayos, privados de proyectiles por el bloqueo naval.

Cuando faltó tinta los paraguayos recurrieron a la fruta de un árbol, cuyo jugo, oxidado por el aire, se vuelve marrón obscuro que resultó útil para imprimir (Los indígenas lo usan para sus tatuajes). Esa fruta es conocida aún por su nombre funcional, se la llama: «tinta». Probablemente se trate el fruto del «ñandypa» (genipa americana). También fabricaron tinta a partir del poroto negro mezclado con cenizas. Cuando faltó todo lo demás: comida, pólvora y músculos, la guerra y el Paraguay terminaron.

 

La guerra del Paraguay fue un genocidio. Alrededor de 700.000 paraguayos sucumbieron en ella. De la población total, sobrevivieron solo 150.000 mujeres, hambrientas y enfermas, y unos 1.500 hombres, ancianos, niños y mutilados de guerra.

El país hermano había sido trágicamente exterminado. Sobre él pendía una tremenda deuda económica, y las epidemias de cólera y fiebre amarilla seguían causando estragos. Brasil reclamó derechos sobre los territorios en conflicto y se quedó con un buen bocado del Matto Grosso. Argentina se ciñó a un nuevo principio proclamado por el ministro de Relaciones Exteriores del presidente Sarmiento, Mariano Várela, en 1869: “La victoria no da derechos a las naciones aliadas para declarar por sí, límites suyos los que el tratado señaló”.

Lolo Amengual