Fotografías de Samuel y Arturo Boote
La Argentina a fines del siglo XIX, fotografías de Samuel y Arturo Boote, es uno de los catorce libros de la colección iniciada por Fundación Antorchas en 1987, para documentan el pasado fotográfico argentino. De ese libro proviene la toma que muestro abajo.
Esta imagen de alrededor de 1890, es contemporánea con la frustrada Revolución del Parque, que encabezara entre otros Leandro Alem y su Unión Cívica. Aunque fue derrotada, la Revolución del 90, otro de los nombres con que es recordada, terminó con el «Unicato» del cordobés Juárez Celman quién con su renuncia le abrió otra posibilidad al «zorro» Julio A. Roca para ser electo Presidente de la República por segunda vez.
La vista pudo ser tomada en algún paraje provincial o en el suburbio rural cercano a la ciudad de Buenos Aires, muestra varios hechos singulares: Es posible que sea la primera foto donde aparece un bandoneón (algunos entendidos sostienen que no lo es, que puede tratarse de una Fisarmónica de origen italiano y no del instrumento que Heinrich Band perfeccionó y le dio su nombre; el cual habría llegado a estos pagos en ese tiempo (1890).
El «gaucho» que lo toca, con bigotes presuntamente rubios, cubre su cabeza con una boina que muestra en su centro el pequeño «rabo» sobresaliente llamada en vasco: «txertena», rasgo de identificación significativo de esa prenda. Muchos vascos inmigrantes se diseminaron en la campaña de la Provincia de Buenos Aires, ya que arribaban a La Argentina con una ventaja doble: sabían cuidar ganado y se apropiaron de un oficio que empezaba a ser muy requerido, formaban las «comparsas de alambradores»; grupos de trabajadores especializados en cercar los campos con alambrados. Esta trashumancia popularizó la gorra vasca en el interior provincial y la convirtió en «pilcha gaucha» utilizada por el paisanaje surero.
En cambio, los italianos que llegaban en estos años, en su mayoría agricultores, estaban terminando de ocupar una nueva región, en el oeste de Santa Fe y el sur de Córdoba, Allí una multitud de chacareros cultivadores de trigo y maíz, empieza a delimitar un área que será llamada «Pampa gringa» .
Dada la vestimenta de la mujer y el carácter de la reunión, la escena, que Boote tituló: Música de campo. Muestra el patio de un almacén de campaña, con despacho de bebida y posiblemente prostíbulo. (Más que el «patio» es el «afuera» ya que su límite impreciso quizás lo fije un ombú distante, o un alambrado recién tendido). Obsérvese el escaso equipamiento, la mayoría de los asistentes están sentados sobre cajones. Solo la pava o caldero y las dos botellas, en el suelo ocupan ese espacio. La botella de la derecha debe ser de «Hesperidina», licor de naranjas amargas popularizado durante la Guerra del Paraguay. Lo fabricó desde 1864 su creador, un norteamericano, instalado en Buenos Aires, el señor Melville Bagley. Este licor es el primer producto patentado y la primera marca registrada de la industria nacional, don Bagley también se dedico a fabricar galletitas, fue un exitosísimo empresario, murió joven en 1880.
Pared del rancho: barro y techo de paja, Los dos personajes de la izquierda, parecen usar el tradicional chiripá, calzan «botas de potro» de confección casera y ocupan las únicas sillas. Por lo que asoma de una de ellas se trata de una silla Thonet, modelo «18», fabricadas industrialmente en Europa, diferentes modelos de esa marca se exportaron al mundo desde 1850. El paisano de la derecha, de vestir más urbano calza botas con taco que requieren para su factura la mano y los instrumentos de un zapatero profesional.
Para los que como yo descendemos de los barcos, esta foto de la Argentina profunda, muestra el escenario de escasez y pobreza material y social con el que nuestros abuelos se toparon, huyendo de la escasez y pobreza material y social de sus países de origen. Si sumamos a este panorama rural, las marcas con que la vida urbana signó a otros inmigrantes, vislumbraremos los entreveros que nos modelaron e hicieron que fuéramos lo que hoy somos, desde esta perspectiva la foto de arriba no deja de ser una curiosa imagen de nosotros mismos. Brindemos por ello, (con «Hesperidina», ¡por supuesto!).