El arte occidental, en los siglos XVI al XVIII, además de la fiesta para el ojo que esos doscientos años significaron, navegó aguas turbulentas: afianzamiento de la ciencia, un vasto mundo colonial incorporado, Reforma y Contrarreforma, guerras de religión, de clases y de imperios. Fue entonces cuando pintores y escultores acataron lo que el poder de los reyes y el de la iglesia impusieron como Temas Nobles, que sirvieron para controlar el territorio de la representación.
Así se establecieron las imágenes permitidas para describir la vida de los santos, las evocaciones de pasajes bíblicos, las escenas mitológicas y los retratos cortesanos. Hoy, frente a otras iglesias y otros poderes, me siento productor encerrado en un entorno equivalente.
Lo que aquí muestro, pequeños retablos con temas bíblicos, hechos con corchos, papel e hilo, son mis Temas Nobles. Construidos entre dibujo y dibujo, me ayudan a definir lo que soy: un artista sudamericano barroco tardío, un ilustrador al que algunos señalan como atado a la literatura. Un dibujante que acepta dejarse mandar por lo que representa, tratando de mirar con ironía y humor. Otros en cambio, quizás más objetivos, me ven como una anomalía difícil de clasificar.
Mientras esto ocurre yo me hago el distraído, sigo dibujando y contando historias.
Lorenzo Amengual